Monday, October 08, 2012

Cada gota de silencio frente a un espejo.

La cubría esa sensación de perderlo todo, de quedarse sola frene a un espejo y esperar que el viento la pegase sus rizos dorados en el brillo de sus labios.

Parecía inquieta, molesta, como si su corazón tubiera algo que ver con una mosca cojonera.

Ella se repetía a si misma una y otra vez que no la pasaba nada, que todo habia terminado, pero yo la conocía y sabía de ella lo suficiente para comprender que alguien la habia robado la sonrisa.

Mientras los fráfiles y largos dedos tocaban una sinfomía entre las costillas de África, yo, notaba como también pocía escucharse los temblores en cada latido de su corazón.

África estaba desnuda, y encogida como si fuerana a fusilarla. Aunque para ella ya estaba muerta. Recibir un desamor el día de tus dieciocho no era la mejor forma de empezar la semana.
Yo la observaba desde la venatana, helada, por el frío de Diciembre.

Sus labios rojos la hacían mas bella aún de lo que era. Sus curvas perfectas, su delgado abdomen, sus pestañas inmensamente largas y aún asi, era demasiado frágil para un hijo de puta como yo.

Estaba asustada. Miraba hacia los lados por si alguien la espiaba. Pero no. No había moros en la costa.
Y entonces lo ví. Se abrió de piernas frente al espejo, allí mismo, ella sola, se convirtió en mujer.
Por unos minutos pensé que me estaba doliendo a mi mas que a ella, pero sus lágrimas pretificadas en las mejillas y la sangre en el suelo de la habitación, decían lo contrario.

Ojalá hubiera podido olvidar aquel recuerdo.
África, el espejo, y la sangre.



                                                                        Tania





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